MIGUEL DE UNAMUNO Y DON QUIJOTE

Nada sabemos del nacimiento de Don Quijote, nada de su infancia y juventud, ni de cómo se fraguara el ánimo del Caballero de la Fe, del que nos hace con su locura cuerdos. [...]. Se ha perdido toda la memoria de su linaje, nacimiento, niñez y mocedad; no nos la ha conservado ni la tradición oral ni testimonio alguno escrito, y si alguno de éstos hubo, hace perdido o yace en el polvo secular. [...]. Más él era de los linajes que son y no fueron. Su linaje empieza en él. [...]. Era, pues, un hidalgo pobre, un hidalgo de gotera acaso, pero de los de lanza en astillero17.

En un lugar de La Mancha..., nada sabemos..., se ha perdido toda memoria..., para que cada lector recobre su nombre del ingrato olvido y -como decía Unamuno- lo desparrame «en redondo por aquellas abiertas llanuras» y rodee «ciñendo a los hogares todos», y resuene «en la anchura de la tierra y de los siglos»18.

En esa unión de la que hablamos, la hermandad de las palabras, «basadas en vida fundamental y honda»19, desentierra, recrea, agiganta, sublima al triste caballero, «hijo de bondad»20, «que enloquece de pura madurez de espíritu»21 y sigue cabalgando con imaginación admirable por los caminos vírgenes que trazan otros ojos en busca de su gloria y de su ser eterno. Pero con acierto dice el Rector de la Universidad de Salamanca:

...Don Quijote sabía que con las mismas palabras solemos decir cosas opuestas, y con opuestas palabras la misma cosa. Gracias a lo cual podemos conversar y entendernos. Si mi prójimo entendiese por lo que dice lo mismo que entiendo yo, ni sus palabras me enriquecerían el espíritu ni las mías enriquecerían el suyo. Si mi prójimo es otro yo mismo, ¿para qué le quiero? Para yo, me basto y aun me sobro yo22.

Conversar y entendernos. Las dos obras -o la obra del Siglo de Oro y el escritor vasco- se enlazan en un diálogo tenso y poéticamente filosófico. Entonces, el don Quijote cervantino -significante y significado- y el don Quijote unamuniano -puro significado- hermanecen porque el lector, impelido a «quijotear», crea el suyo.

Cervantes escribe su obra desde los personajes; Unamuno, desde su desesperación 23, desde su yo estremecido, centro de su universo, que no quiere morir. El autor de El sentimiento trágico de la vida dialoga primero, desde las letras, con Cervantes y luego, desde el corazón, con don Quijote, y en lo hondo del macilento caballero, se encuentra así mismo, descubre que él también es loco, pero por convicción, porque sólo esa locura purifica del mundo y ayuda a llegar a Dios, a creer en Él, con fidelidad a un cristianismo quijotesco. Gradualmente se advierte cómo Unamuno construye el paralelo entre su persona y la del hidalgo manchego para encender «el fuego de las eternas inquietudes» en el corazón seco de su España. Por eso la bacía es el yelmo de Mambrino, por eso es necesario que la bacía sea el yelmo de Mambrino:

Así, así, mi señor Don Quijote, así; es el valor descarado de afirmar en voz alta y a la vista de todos y de defender con la propia vida la afirmación, lo que crea las verdades todas. Las cosas son tanto más verdaderas cuanto más creídas, y no es la inteligencia, sino la voluntad, la que las impone. [...].Sí, todo nuestro mal es la cobardía moral, la falta de arranque para afirmar cada uno

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17 Vida de Don Quijote... , Primera Parte, p. 157.

18 Ibídem, pág. 161.

19 Ibídem, pág. 283.

20 Ibídem, pág. 159.

21 Ibídem, pág. 162.

22 Ibídem, pág. 284.

23 Escribe Unamuno: «La desesperación es el hecho más íntimo de nuestro tiempo y acaso de todos lostiempos civilizados. Unos creen por desesperación, y otros por desesperación no creen» («Razón y vida», p. 4).