Perspectivas y análisis sobre Cervantes y El Quijote

En este preciso instante, aciertan a pasar, revoloteando mi mente, aquellos versos que inmortalizara Catulo, el grande poeta clásico del amor, que sintetizan, de forma magistral y sutil, dos sentimientos encontrados, amor y odio, en el reducido espacio que permite la angostura de un dístico, lo que dota a la estrofa en su conjunto de una intensidad, aún si cabe, más profunda:

ODI ET AMO. QVA RE ID FACIAM, FORTASSE REQVIRIS?

NESCIO; SED FIERI SENTIO ET EXCRVCIOR.1

Y esto, no tanto porque sean esos precisamente, odiar y amar, los verbos que de forma más apropiada expresan mi estado de ánimo, sino porque, al comenzar a pergeñar estas líneas, percibo en mí una doble y contradictoria sensación.

Así, mi primera intención al comenzar a escribir el prólogo de esta obra colectiva no era otra que expresar algo que otros muchos ya advirtieron cuando hubieron de enfrentarse a la nada fácil tarea de esculpir el papel en blanco (horror vacui), o mejor, dicho con otras palabras, al experimentar la constatación de que resulta ciertamente difícil – por no decir casi imposible – escribir una justificación plausible,

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1. (Te) Odio y (te) amo. ¿Cómo es posible?, preguntarás acaso. / No sé; pero siento que es así, y me torturo.