advirtiéndose también –creo que necesariamente- su heterogeneidad: Lazarillo de Tormes, La Regenta, Fortunata y Jacinta, Cañas y barro, Don Segundo Sombra, La vorágine, A.M.D.G., El túnel, La colmena, Pedro Páramo, Cien años de soledad, Tiempo de silencio. Siendo ricos todos nuestros diálogos con las citadas obras, sin duda puedo afirmar que, espontáneamente, dos fueron los textos en los que nuestros comentarios se detuvieron por más tiempo: el Quijote y Cien años de soledad. Entonces, cuando, de manera obligada, hubimos de pensar en una forma de evaluación, se decidió que las monografías girasen, de algún modo, alrededor de la obra de Cervantes, considerada desde diferentes perspectivas y siempre en función de los intereses de cada cual.
Así, Eduardo César Maia Ferreira Filho, analizó la visión que, en su faceta de crítico literario, un escritor contemporáneo como Mario Vargas Llosa ofrece del Quijote. Eduardo Melo França se centra en su estudio en el personaje de don Quijote, relacionándolo con el momento de transición que marca la época barroca y las consecuencias que se siguen para el nacimiento del concepto de individuo desde una perspectiva moderna en el ámbito de la crítica literaria. Schneider Carpeggiani, por su parte, en un estudio comparativo, relaciona la locura de don Quijote, cuya causa inmediata se describe por la lectura impenitente de libros de caballerías, con algunas de las obras y los personajes de Bolaño, autor que centra los desvelos intelectuales de la que será su tesis doctoral. Thays Keylla de Albuquerque retoma la inveterada discusión, desde los presupuestos teóricos de la teoría literaria actual, acerca de la caracterización como héroe o antihéroe