Martín de Riquer "Cervantes, Passamonte y Avellaneda"

El soldado castellano Miguel de Cervantes (nacido en 1547) y el soldado aragonés Gerónimo de Passamonte (nacido en 1553) fueron compañeros de armas desde agosto de 1571 hasta octubre de 1573; durante ocho meses estuvieron encuadrados en el tercio de don Miguel de Moncada, y juntos tomaron parte en la batalla de Lepanto, en la acción de Navarino y en la conquista de Túnez.

Ambos fueron apresados por los turcos y cautivos: Gerónimo de Passamonte de 1574 a 1592, y Miguel de Cervantes de 1575 a 1580, pero sin que entre ellos hubiera entonces ninguna relación, porque el primero navegó como remero forzado por Turquía y el norte de África, y el cautiverio del segundo se redujo a Argel.

El aragonés, ya en libertad, iba escribiendo, por lo menos desde 1593, su autobiografía, intitulada Vida y trabajos de Gerónimo de Passamonte, narración de la que Cervantes pudo tener noticia gracias a un posible encuentro con su autor, en Madrid, en el verano de 1594 o a principios de 1595, o bien gracias a las muchas personas que, en la Corte, habían conocido las memorias del soldado aragonés.

En el capítulo XXII de la primera parte del Quijote (1605) Cervantes presenta a un malhechor llamado Ginés de Passamonte, que ya había purgado sus delitos remando en las galeras, y ahora era llevado otra vez a ellas en castigo de nuevas maldades. Este galeote manifiesta que está escribiendo su autobiografía, intitulada la Vida de Ginés de Passamonte. Liberta don Quijote a este malhechor, quien se muestra desagradecido.

Hasta aquí nos movemos en terreno firme y seguro. Es de total evidencia que Cervantes, en la primera parte de su gran novela, envilece intencionadamente la figura de su antiguo compañero de armas. No sabemos por qué procedió así, aunque sin duda la animadversión nació cuando ambos eran soldados en la misma unidad.

Las conclusiones que ahora siguen entran en el terreno de la hipótesis. Gerónimo de Passamonte, en Nápoles, donde residía, leyó la primera parte del Quijote, en la que su antiguo camarada de milicia lo denigraba y hasta lo calumniaba al transformar su triste pero dignísima condición de cautivo remero en galeras turcas en la de un galeote forzado que purgaba sus delitos en las galeras de España, e incluso lo designaba con su mismo apellido, Passamonte, precedido de un nombre de pila con la misma inicial que el suyo, Ginés en vez de Gerónimo; y la única tarea literaria a la que hasta entonces se había dedicado, la Vida de Gerónimo de Passamonte, el sarcasmo cervantino la convertía en la Vida de Ginés de Passamonte, autobiografía de un malhechor. El soldado aragonés, que nos consta que era hombre vengativo, amargado y que padecía manía persecutoria, se decidió a responder escribiendo una continuación del Quijote precedida de un prólogo en el que insulta a Cervantes.

Esta nueva atribución del Quijote llamado de Avellaneda se argumenta con las siguientes consideraciones:

Gerónimo de Passamonte y el autor del Quijote apócrifo son aragoneses y están familiarizados con una zona que se circunscribe a Calatayud y sus cercanías.

Gerónimo de Passamonte y el autor del Quijote apócrifo escriben en un castellano en que abundan los aragonesismos y que ofrece algunos tics y rasgos gramaticales comunes.

Gerónimo de Passamonte y el autor del Quijote apócrifo, ambos profundamente religiosos, sienten gran simpatía por la Orden de Santo Domingo y son muy devotos del rosario.

Estas tres consideraciones son de alcance general y de hecho no individualizan a ninguno de los posibles aragoneses familiarizados con Calatayud y sus cercanías que pudieron ser profundamente religiosos, simpatizantes con los dominicos y devotos del rosario. Nuestra argumentación se precisa y concreta en la persona de Gerónimo de Passamonte con las consideraciones siguientes:

El autor del Quijote apócrifo acusa a Cervantes de haberlo ofendido con «sinónomos voluntarios», y Ginés de Passamonte es sinónimo de Gerónimo de Passamonte.

El rompimiento del voto religioso, grave caso de conciencia en la vida espiritual de Gerónimo de Passamonte, constituye el tema esencial y moraleja de los dos cuentos intercalados en el Quijote apócrifo.

En el capítulo IV del Quijote apócrifo se denigra a Cervantes al considerarlo marido consentido, acusación que parte de Lope de Vega y que en Nápoles propaló el entremesista Gabriel de Barrionuevo, y así pudo llegar a Gerónimo de Passamonte.

A los trece años Gerónimo de Passamonte, en Calatayud, se inscribió «cofrade de la Madre de Dios del Rosario bendito»; y en el Quijote apócrifo un canónigo bilbilitano se propone, «en llegando a Calatayud», asentarse en la cofradía del Rosario, hermandad religiosa de la que sólo se tienen estas dos noticias.

Existe coincidencia, que pudiera no ser casual, entre las intitulaciones de la Vida y trabajos de Gerónimo de Passamonte y Los trabajos de Persiles y Sigismunda, de Cervantes, con don Quijote, «el Cavallero de los Trabajos» de la última página de la continuación apócrifa.

En su primera estancia en Madrid, Gerónimo de Passamonte reposa «estando en el Prado de San Gerónimo, recostado sobre unas yervas junto a la fuente del Caño Dorado, que llaman»; y en la novela apócrifa, así que llega a Madrid, «viendo don Quixote el calor que hazía […] se determinó apear en el Prado de San Hierónymo a reposar y gozar de la frescura de sus álamos, junto al Caño Dorado, que llaman».

Estos paralelismos constituyen los fundamentos de mi hipótesis, que incluso me atrevería a calificar de hipótesis plausible; pero en modo alguno conducen a una certeza. Para llegar a ésta es preciso disponer de una prueba documental, por lo menos. «Avez-vous un texte?», preguntaba Fustel de Coulanges cuando un alumno le exponía una nueva interpretación de un problema de la antigüedad. Y yo lo sé muy bien: en 1950 publiqué un artículo en el que, con argumentos literarios, sostenía que el trovador del siglo xiii Cerverí de Girona era la misma persona que el moralista Guillem de Cervera,1 hipótesis que fue aceptada por unos provenzalistas y rechazada por otros; pero estos últimos tuvieron que admitir mi identificación cuando en 1959 se exhumó en el Archivo de la Corona de Aragón un documento del año 1285 en el que se lee: «Guillelmo de Cervaria id est Cerverino».2 Hasta que no aparezca un documento rehaciente de la primera mitad del siglo xvii del que se deduzca que «Alonso Fernández de Avellaneda id est Gerónimo de Passamonte», mi hipótesis no se convertirá en certeza.

Pero podría ocurrir todo lo contrario. Podría descubrirse constancia documental de que Gerónimo de Passamonte murió poco después de enero de 1605, fecha de su última noticia por ahora conocida. En este caso, o en el de que se demostrara apodícticamente que el Quijote apócrifo fue escrito por otra persona, por lo menos con el presente libro quedaría reforzada la relación personal entre Cervantes y Gerónimo de Passamonte y quedaría plenamente confirmado que éste aparece envilecido, con el nombre de Ginés de Passamonte, en la primera parte del Quijote. Pero entonces, uno se pregunta: ¿a quién ofendió Cervantes con «sinónimos voluntarios»?

Forse altri canterà con miglior plettro.

(*) Martín de Riquer, «Conclusión» de Cervantes, Passamonte y Avellaneda, Barcelona: Sirmio, 1988, pp. 159-164.

(1) M. de Riquer, «La personalidad del trovador Cerverí», en Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXIII (1950), pp. 91-107.(2) M. de Riquer, «Guillem de Cervera, llamado también Cerverí de Girona», en Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXVIII (1955-1960), pp. 253-263.