Don Quijote y la filosofía de Miguel de Unamuno.

Apuntes para una charla dada en la sala Apolo de Madrid en el año 2005

PRÓLOGO

Buenas tardes y bienvenidos a esta charla que tenemos hoy dentro del ciclo sobre el Quijote. En realidad, y gracias a Unamuno, no tenemos en España un Quijote sino dos, y no lo digo porque él mismo se sienta tocado con igual divina locura que nuestro Don Quijote, sino porque escribió su propia versión del Quijote, su libro “Vida de Don Quijote y Sancho”, que son comentarios y explicaciones a la obra de Cervantes según aquello que su lectura le iba inspirando.

Y es sobre este libro que he basado esta charla, libro donde se vuelca la filosofía propia de Unamuno, encontrando un ejemplo vivo de ella en la figura de Don Quijote y Sancho, y que quiere servir, a su vez, de ayuda a los españoles de una época en que habían perdido la ilusión de vivir, no encontraban el alma de España.

Hoy vivimos otra época diferente, pero ese quijotismo también nos puede servir a nosotros porque la figura de nuestro Don Quijote atraviesa las barreras del tiempo y sirve para esta y las generaciones venideras.

Empecemos pues conociendo la España de esa época para captar toda la fuerza que encontraremos luego en el libro de Unamuno.

El desastre colonial

El último cuarto del siglo 19 fue una época de muchos cambios en España. Es el tiempo en que se consolida la estructura económica capitalista, la llamada Restauración donde se afianza la burguesía y se hace más conservadora.

Asociados a estos años están la figura de Alfonso XII, su famosa esposa Mª de las Mercedes de Orleáns que murió prematuramente y sumió al rey en una gran tristeza (de ahí la copla), y Canovas del Castillo que hizo posible el restablecimiento de los Borbones. Hubo el golpe de estado de Pavía, la insurrección militar de Sagunto, en fin, una época de crisis e inestabilidad política. El Madrid burocrático y palaciego ignoraba el campo y las fábricas, pese a todo, la sociedad española iba a encontrar un florecimiento de la cultura.

Es la época en que se funda el partido socialista. Es un tiempo de cierto recogimiento en el que se viven años de aislamiento por miedo a la intervención extranjera. Con Sagasta en el poder esto cambia. Muere Alfonso XII en 1885 dejando como regente a su segunda esposa Mª Cristina embarazada, el porvenir era incierto, los partidos de Sagasta y Canovas se turnaron en el gobierno. Al nacer Alfonso XIII queda resuelta la cuestión sucesoria, pues nada más nacer ya era rey. Entre conflictos sociales, nacionalistas y el problema de Cuba convertido en guerra, asesinan a Canovas que gobernaba entonces, por lo que Sagasta presidirá el hundimiento de los restos del imperio español.

En esa época se implanta el anarquismo, surge el terrorismo, nace la UGT, etc. A nivel de intereses externos está las miras a Marruecos, y por ello la penetración en África de 1883. Y por supuesto la pérdida de las colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas, fin del viejo imperio colonial.

La guerra con Cuba viene instigada por EE.UU. que quería comprarla, y no pudiendo apoyaba a los insurrectos, no con idea de liberar Cuba sino de adueñarse de ella. España impuso mano dura en Cuba y eso dio pie a que el presidente de los EE.UU. Cleveland pidiera a España que cesase esa política y la inmediata pacificación. España concede la autonomía a Cuba y Puerto Rico pero la entrada del presidente norteamericano Mac Kinley con una política antiespañola, y viendo que no podía comprar las islas, hace que finalmente se declare la guerra a España, la excusa es un viejo acorazado americano, el Maine, que explota en la bahía de la Habana. EE.UU. da un ultimátum a España para que retire a sus tropas y la renuncia a la autoridad de Cuba. España pide que las principales potencias europeas medien en el conflicto pero la dejan sola. Comienza así la guerra de los cien días. España no tuvo ninguna posibilidad frente a los modernos buques de guerra norteamericanos, ya algunas voces de políticos españoles lo avisaron pero la prensa ignorante pensaba que sería fácil ganar (USA no tenía historia militar), desde los periódicos se lanzaron gritos de guerra y patriotismo y el clamor popular por ir a la guerra empujó al gobierno a entrar en guerra.

Esta gran derrota se refleja en la vida cotidiana española a todos los niveles, hubo un gran desequilibrio emocional, a nivel intelectual destacó la llamada generación del 98, que reflejarán en sus obras la agonía del desastre colonial y la angustia existencial del tema de España, al que Unamuno aportó algunos de sus libros. Para la mayoría de la gente se trataba de un expolio y un atraco, basados en la fuerza de los cañones, que habían desgarrado la unidad de la patria. Según Churchill, que visitó Cuba, para los españoles era tan querida como Irlanda lo era para los ingleses. La gente de pronto descubrió la ineptitud de sus gobernantes hundiéndose en un profundo pesimismo. En este sombrío panorama psicológico, económico y social unos pocos intelectuales que simbolizan la “generación del 98”, se aprestan a enfrentarse con los malos espíritus. Y toda una tempestad de críticas e ideas, fluyen hasta la sociedad española, exigiendo una regeneración nacional, un cambio en el timón, y una vuelta a las esencias de la patria. Muchas de estas ideas las anula el caciquismo, la ignorancia de gran parte de los ciudadanos, la falta de ética de la burguesía y la farsa electoral.

España estaba dormida en sus laureles y tuvo un amargo despertar... para sumirse en un sueño más profundo, aún si cabe, y huir de la vergüenza. Esta es la España que la generación del 98 se encuentra, y a la que quiere inspirar mostrándole su propia alma, su esencia, el alma de España.

La Generación del 98

Hacía falta una conciencia de rearme moral en España, ante las consecuencias de la pérdida de las últimas colonias, la desmoralización general y la falta de rumbos claros hacia el futuro. Inteligencias esclarecidas y fuertes voluntades se habían erguido desafiantes y sostenían con su tamaño moral el Alma de España: Unamuno, Azorín, Jacinto Benavente, Mario Roso de Luna, Valle Inclán, Felipe Trigo, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Concha Espina, los hermanos Quintero, Blasco Ibáñez, Ramón y Cajal, los pintores Zuloaga y Sorolla, el escultor Benlliure, los poetas Antonio y Manuel Machado…

La España Profunda es la que renace y surge ante las dificultades como el ave Fénix. Castelar afirmaba que es la muerte, aparente, la que hace renacer a España

Pero ¿cuáles son las características de estos autores? Son más que escritores, son humanistas. Pero lo que importa es su anhelo profundo, explícito o no, de renovar a España. Todos castigaron con el látigo de sus palabras la tiranía y la manipulación de las conciencias, pero también todos laboraron por una nueva visión del hombre, y por lo tanto, por un Hombre Nuevo, cada uno según las cualidades de su alma.

El Quijote es sin duda el símbolo nacional que esta Generación elige como clave de la regeneración moral, como héroe que guíe todos sus esfuerzos. Sus virtudes, su espíritu de desafío y cordialidad, el esqueleto intacto de su moral interna serán los que tracen los caminos de una nueva juventud.

LOGOS

Unamuno es el filósofo por excelencia, el filósofo puro, el hombre que sin prejuicios se desnuda ante la vida, desnuda su alma y con ese dolor que el llama el sentimiento trágico de la vida, pregunta al aire, al cielo, a dios sin intermediarios, por el sentido de la vida, una pregunta llena de necesidad de saber, una pregunta llena de dolor, por que a Unamuno le duele la vida, se niega a aceptar un mundo absurdo y sin sentido donde venimos a poco más que entretenernos, a durar, a esperar la muerte, no, no y no grita él, y desde ese dolor de la vida, desde ese sentimiento trágico de la vida, construye su filosofía, una filosofía llena de vitalidad, llena de certezas, llena de verdad, mucha verdad, en la que bebemos con autentica ansiedad, todos aquellos que alguna vez hemos sentido como él, ese no poder soportar una vida sin sentido, no, no y no.

Para Unamuno el objeto de la filosofía es el hombre concreto de carne y hueso, una concepción del hombre que incluye no solo RAZÓN o intelecto, sino también el sentimiento o afecto. Es desde esta comprensión del hombre que él desarrolla su filosofía.

Unamuno y Don Quijote, Don Quijote y Unamuno, parecen estar hechos el uno para el otro y viceversa. Su filosofía encaja a la perfección con el Quijote y el Quijote parece haber sido escrito para servir de ejemplo sus ideas. Resulta difícil no entender el Quijote de la manera que Unamuno lo hace en su “Vida de Don Quijote y Sancho” tal es la fuerza que desprende el más personal de sus libros.

Si Don Quijote es el máximo exponente de la filosofía unamuniana, veamos en que proceso está de este pensamiento, y cómo la propia novela va poniendo de manifiesto esta forma de encarar las dificultades, y a la vez veremos también como echa en falta cierto quijotismo entre los españoles de entonces, recomendando El Quijote como formula para la regeneración de España.

El Quijote

Y encontramos a un hombre que frisa los 50 años, que es querido de todos por lo buena persona que es y su buen juicio. Nada hace prever locura alguna. Y siendo que su cordura y bondad estaban en la flor de su vida echó en falta algo, había algo que él no tenía y que su enorme alma le pedía pero no sabía que era. Es el momento en que Unamuno llama tomar conciencia de sí mismo y de la vida y ver que hay un vació. Él lo llama enfermedad.

“Decía Unamuno que lo que nos distingue de los animales es nuestra condición de “enfermos”, y que esta enfermedad es la de la conciencia, aquello por lo que el ser del hombre se manifiesta hombre. Esa conciencia es un darse cuenta de las cosas, de percibir el mundo que le rodea y así mismo, entonces el hombre toma conciencia de que es un ser finito que no durará mucho en el tiempo y en el espacio. Entonces el hombre experimenta su ser como la nada, es consciente de que un día perderá esa conciencia para criar malvas en algún triste cementerio. Eso produce en el hombre dolor, esa es su enfermedad, la conciencia ve el mundo como una simple apariencia, lo efímero se experimenta como algo irreal, y nuestro pasar por la vida sin más hace que la veamos como “una fatídica procesión de fantasmas que van de la nada a la nada”. Esta visión del mundo hace que la vida no tenga sentido y que el sufrimiento humano sea absurdo, finalmente se desmorona la ilusión de vivir y se origina la congoja.”

Todo esto podemos imaginar que sucedió en la persona de Don Quijote, aunque él no se diera cuenta de este proceso ¿por qué sino se entregó a la lectura desenfrenada de las novelas de caballerías? ¿Por qué incluso vendió parte de sus bienes para poder comprar libros y más libros de caballerías? Porque su alma estaba en ese punto de madurez que le permitía ver y sentir y revivir toda la belleza de las hazañas caballerescas, toda la belleza del amor caballeresco por una dama, reviviendo el amor platónico (que más tarde explicaremos), toda su persona quedó impactada, para él, esas lecturas, no era un entretenimiento, su alma se alimentaba y se alimentaba con esos ideales, con esas aventuras, intuyendo que la vida, la verdadera vida estaba ahí, en ser caballero, en ser héroe, en conquistar con su esfuerzo la gloria, en amar hasta la muerte a su bella dama símbolo del alma, símbolo de la vida.

Por eso se vuelca en leer esos libros, Don Quijote tiene en sí ese vació existencial del que habla Unamuno. Para él solo hay una forma de que el hombre encuentre su propio sentido a la vida, y es llegando a tomar conciencia, con dolor, de que la vida así sin más, tal cual se nos presenta, es absurda, y que eso nos lleva al sentimiento de nada, entonces sufrimos, y es sólo desde ese dolor, desde esa congoja, que podemos empezar a construir el sentido de nuestra vida, porque es entonces cuando escuchamos a nuestra alma, cuando dejamos que nuestro corazón cante. Cervantes no nos habla de este dolor de Don Alonso Quijano, pero se presiente. Con dolor o sin él, lo cierto es que encontró en esos libros de caballerías el manantial que saciaba la sed de su espíritu.

Lectura de un texto de concha Espina:

"La noche fue siempre el reino de las almas profundas y vigilantes, la cumbre de la más alta meditación, el blando reclinatorio de las plegarias, el espejo más puro de lo sobrenatural (...) En estas horas de soledad y de misterio se nutren las almas escogidas de singulares revelaciones, de altos pensamientos que sobrepujan lo humano y traen como un sabor a lo divino, en estas horas tienden los ángeles su escala entre el cielo y la tierra, se abre la puerta de los sueños, dice el amor sus "escuchos" y buscan los héroes el camino de la inmortalidad.

Así Don Quijote, pálido y ansioso, de cara a las estrellas, con los ojos mojados en lágrimas, siente brotar de su pecho mil voces íntimas que le empujan fuera de sí mismo, a través de la noche, por encima de las lindes prosaicas en que yace. Una plenitud espiritual, una oscura impaciencia, un ímpetu desbordado y generoso le tiemblan, como alas finas y valientes, en las raíces del corazón”.

Y llegado este punto, repleta su mente y lleno su corazón de tan altos sueños e ideales ¿qué puede hacer nuestro caballero sino pasar a la acción? ¿De que sirve pensar y soñar si no le hacemos honor con nuestras acciones en el mundo? Y según palabras del propio Quijote “Le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república.

¿Y qué es la honra? Eso que el Quijote quería aumentar; recuerdo que en cierta tertulia, a los pies del Moncayo y que duró hasta altas horas de la noche, salió a relucir este tema de la honra. Eso que nos hace ser de determinada manera aunque no sepamos muy bien por qué. La honra, el honor, viejas palabras en desuso, recuerdo que le pregunté a alguien que sabe mucho de etimologías la raíz de la palabra honra, nos dijo que “hon” es una de las formas en como llamaban, algunos pueblos, a Dios (concretamente en escandinavia Honir), luego entonces deduje que la honra es un tener a Dios en nosotros, que es la parte de Dios que somos capaces de albergar en nuestro corazón y que está ahí dentro haciéndonos sentir el honor, protegiéndonos del deshonor, de la deshonra. Acaso el Quijote quería eso, aumentar a Dios en su interior, aumentar su “honra”.

Así pues, ni corto ni perezoso, limpió sus armas de polvo y telarañas, la armadura de sus antepasados, y ensillando a su Rocinante, escapó de su hacienda una mañana temprano, con una alegría de verse en campo abierto que no le cabía en el pecho. Y aquí Unamuno nos hace varias observaciones, por una parte esta decisión de poner en obras sus sueños enlaza con su idea de que el mundo y la vida que nos inspira el alma, nuestros sentimientos, han de ser uno, que así sientas así has de vivir, que la vida no es racional sino irracional, y que Don Quijote encontró la vida en los libros de caballerías y por muy irracionales que sean, forman ya el sentido de la vida de nuestro caballero, y el sentido de la vida mueve a actuar conforme a ese sentido. Don Quijote sólo hace lo que siente es su vida. Y por otro lado Unamuno nos habla de la felicidad, de esa alegría de Don Quijote de verse libre dispuesto a enfrentar las aventuras que el destino tenga a bien mandarle. En realidad habla de la felicidad en otro punto del libro, pero es igual, el caso es que para él la felicidad consiste en vivir aquello que soñamos, por que eso nos hace crecer, nos hace ser más de lo que éramos, es el camino que lleva al todo, el anhelo fundamental de nuestra alma. La felicidad es ver que existe esa posibilidad de totalidad, presentirla, intuirla y construir tu vida hacia esa finalidad, trabajar con tu pequeño yo limitado para que se atreva a soñar y ser ilimitado, esa es la felicidad del hombre. En el crecer estaría la felicidad.

A veces pienso que hablar en términos tan abstractos como: sed de eternidad, anhelo de inmortalidad, soñar con ser uno con el todo, nos pueden asustar o pensar que somos poca cosa, porque es difícil imaginar conceptos tan absolutos. Bueno, en realidad esa sería la meta al decir de Unamuno y otros filósofos, pero no es tan complicado de percibir o entender. Existe un camino a recorrer entre lo que somos y lo que nuestra alma anhela llegar a ser. Podemos entenderlo con algunos ejemplos: si yo soy yo, mi ser es lo que es y no crezco, no tiendo a ser más de lo que soy porque me conformo como persona, pues entonces no pasa nada, me quedo como estoy, pero si tenemos despierto ese sentimiento de totalidad, de necesitar que nuestra alma sea más grande, esto se manifiesta de muchas formas, por ejemplo en el amor. Los enamorados integran en su ser al otro ser objeto de su amor, y sus almas se hacen más grandes sin dejar de ser ellos mismos, el Quijote lo hace con su Dulcinea y lo hace directamente con la esencia del alma femenina, dotándola de todas las virtudes y encantos del ideal de Dama como corresponde a un caballero. Pero también sucede con algo tan sencillo como leer una novela. Si nos empeñamos en ser nuestro yo y no salir de él, no podremos meternos en una novela, identificarnos con los personajes, sentir lo que ellos sienten, reflexionar con ellos, sufrir con ellos, y si por unas horas abarcamos esas otras vidas y vivimos en esos personajes, nuestro ser, nuestra conciencia, se hace más rica, más grande, se acerca a lo ilimitado o toma una pequeña dosis de totalidad.

Ese es el camino hacia lo infinito, no arrojarse a un abismo sin fondo, sino ir entendiendo y sintiendo que yo también soy ellos. Unamuno defiende la novela como medio de enseñanza, precisamente por la facultad de la novela para que podamos vivir muchas vidas y experiencias, algo que no podríamos hacer de otra forma. Se pueden buscar más ejemplos, en todo lo heroico también está este sentimiento, y uno sacrifica su propio yo albergando algo más grande que su propio yo, puede darse al defender una causa justa o por salvar la vida de un grupo de personas, o simplemente ayudando a gente que nos necesite. Crecemos siendo generosos.

Don Quijote no era eterno ni había alcanzado la totalidad, simplemente se puso en camino, rompió sus límites y se lanzó a vivir. Dice Unamuno que los hombre tenemos dos tipos de nacimientos, el uno es natural como el de todo el mundo, y el otro es espiritual, de ahí lo importante de cambiarse el nombre para Don Quijote. Un nuevo nombre por que se nace a una nueva vida.

Y de pronto se dio cuenta de que no tenía dama, entonces la buscó, porque un caballero sin dama es como un árbol sin hojas, como un cuerpo sin alma. Casi podríamos decir que El Quijote es una historia de amor, sí, de amor por lo bello, lo bueno y lo justo, simbolizado todo ello por la Dama, en más de una ocasión declara Don Quijote que Dulcinea es la fuerza de su brazo, la inspiración de sus hazañas y que todo cuanto hace no es sino para ser merecedor del amor de su Dama, símbolo de su propia alma, la que le da la vida. Todo esto tiene nombre, se llama amor platónico, el ve en ella la belleza de los mundos invisibles, de los mundos celestes donde habitan los dioses, ve en ella aquello que le falta para ser eterno, ve en ella su completura, y ya todos sus actos y pensamientos están preñados de la sabiduría que emana, de esa alma pura que es Dulcinea y que Don Quijote ha idealizado. Es algo irracional, es un sentimiento que es difícil de explicar.

Platón dice que, una vez, todos fuimos almas aladas y que vivíamos con los dioses en la hermosura y sabiduría del mundo celeste, del mundo de las esencias. Pero que al nacer perdimos gran parte del recuerdo (por eso, para él, saber es un recordar) de esos mundos y se nos cayeron las alas, pero sucede que algunos conservan algo de ese recuerdo y cuando lo ven a través de un alma bella le crecen las alas, su pecho se ensancha y le entran unos enormes deseos de vivir, de hacer cosas, de ponerse al servicio de esa alma bella que para Don Quijote es Dulcinea, y ese “ponerse al servicio de” no es sino hacer en la tierra su visión del cielo, luchar por un mundo bueno, un mundo bello, un mundo donde exista justicia y reine la sabiduría. Todo esto le inspira Dulcinea a Don Quijote. Por eso no puede haber caballero sin dama, por eso.

En fin, es una historia de amor, sin duda. Por eso defiende y hace confesar a todo el mundo que Dulcinea es la más hermosa Dama que existe, y lo hace hasta el final de su aventura, cuando ya vencido del caballero de la Blanca Luna en Barcelona, le dice aquello de “Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado de los caballeros, y no está bien que mi flaqueza defraude esta verdad, quítame la vida pues me has quitado la honra”. Impresionante. Entonces, el caballero, que no es otro que el bachiller Sansón Carrasco, grita ¡viva la hermosura de Dulcinea! Y lo que le pide es que se vuelva a casa y se deje de caballerías.

Y ya teniendo dama solo le falta que le nombren caballero, y para ello no se dirige a ningún lugar en concreto, sino que deja que sea su caballo quien elija el camino, como había leído que hacían los caballeros. Unamuno esto lo interpreta como un “no planificar”, no pensar en el porvenir, sino vivir en el presente, porque es en el presente donde se encuentra la eternidad, no existe el porvenir, solo existe el ahora, y lo heroico es abrirse a lo que venga sin pretender forzarlo. Finalmente es armado caballero, como todos sabéis, y sigue sus andanzas.

Sobreviene su caída del caballo en la aventura de los mercaderes, y un vecino aldeano lo ayuda y lo acompaña a su casa, y en la charla el aldeano le dice que el no es ningún caballero andante a lo que Don Quijote exclama eso de “¡Yo sé quien soy!” Que Unamuno interpreta como más bien un ¡Yo se quién quiero ser¡ no importa lo que seamos ahora, en este momento, lo importante es saber quien queremos ser porque hacia eso nos dirigimos, y eso que queremos ser, ya lo somos de alguna forma.

En su segunda salida ya aparece su fiel escudero Sancho, la figura de Sancho para Unamuno es muy importante, es la humanidad para Don Quijote, y Don Quijote ama a la humanidad, y a ella le habla a través de Sancho. Que lejos de ser el tonto de la película, el zafio y avaricioso que a veces nos pintan, Unamuno le da una importancia enorme porque Sancho acaba siendo quijotizado, acaba creyendo en su amo y señor. Y ¿quién está más loco? ¿El loco? ¿O el cuerdo que sigue al loco? Recordemos que, estando Don Quijote en su lecho de muerte y habiendo confesado estar curado de su locura, Sancho le dice aquello de “¿Ahora que Dulcinea esta desencantada sale vuesa merced con eso? Cállese, vuelva en sí y déjese de cuentos”. Unamuno deposita en Sancho la esperanza de que el escudero se convierta en caballero un día, y volvamos a tener sobre la tierra a un divino loco. El hace un paralelismo entre los españoles y ese Sancho a veces remolón y bruto, pero finalmente tocado de la locura de Don Quijote, y espera que algún día España despierte de su letargo y encuentre su propia locura, la que su alma sea capaz de albergar, y para ello escribe su libro, para despertar conciencias, para que los españoles encontremos una Dulcinea que nos inspire hazañas y nos saque del sopor en que nos encontramos. Ya se que la España de hoy no es la de 1889, pero en lo espiritual sí hay sopor, aunque tengamos una sociedad muy desarrollada en lo tecnológico.

Estando en la venta se montó una disputa, pues llegando el barbero reclamó su bacía de barbero, y se encontró que no sólo Don Quijote defendía que era el yelmo de Mambrino sino, el cura y Cardenio y otros que le acompañaban, formándose dos bandos y llegando a las manos dándose golpes uno a otros. Y aprovecha Unamuno para defender su idea de la verdad y la vida ¿Es yelmo o bacia de barbero? Pues todo es según el cristal con que se mira. Todo es verdad en cuanto alienta en nosotros cosas buenas, cuando nos hace generosos, valientes y nos mueve a acciones heroicas. Y es mentira todo lo que nos ahogue impulsos nobles y tengan como fruto monstruos. Toda creencia que nos haga obrar bien es verdad. La vida es el criterio de la verdad, si algo da vida es verdad. Y si las matemáticas matan la vida, son mentira las matemáticas. Esto enlaza también, más adelante, con la disputa con el cura sobre si los libros de caballería son ciertos o falsos. Don Quijote dijo “¿Qué no son ciertos los libros de caballería? Léalos y verá el gusto que recibe de su leyenda”. Y dice Unamuno que la historia (la de los historiadores), aunque cierta, es pasado y lo pasado ya no es, y que solo existe de verdad lo que da vida, lo que mueve a obrar encendiendo los corazones, o trae consuelo en la vida, eso es mil veces más real que los hechos verídicos. Los hombre razonables solo tienen razón, piensan sólo con la cabeza y hay que pensar con todo el cuerpo y con toda el alma.

Y añade: el conocimiento, el saber, puede desembocar en el nihilismo, en esa sensación de nada, ya que la razón simplifica y ordena las percepciones sensibles relativizando el valor de todo lo que no es palpable, medible y mensurable, mirando con mucha sospecha todo lo creado desde el sentimiento de perpetuidad, viéndolo como una ilusión, señalando lo que tiene de irracional, lo cual nos hace perder la certidumbre sobre ellas, nos vuelve escépticos respecto a todas las creaciones espirituales. El saber racional es, por lo tanto, aniquilador y nihilista, pues vuelve a mostrar de nuevo la nada al hombre, la razón es una fuerza antivital, pues disuelve las ilusiones del espíritu necesarias para la vida. La razón se vuelve contra la vida misma, niega el anhelo de inmortalidad y provoca el sentimiento de que nada vale la pena. El Quijote muere cuando se vuelve cuerdo.

Y aquí acaba la primera parte más o menos, luego en la segunda parte vienen más aventuras y Unamuno, en muchas de ellas, transmite parecidas ideas a las que hemos visto.

Comienzan, ahora, a haber más desventuras que aventuras, Don Quijote va abriendo los ojos a la realidad poco a poco, ya le conocen las gentes que se encuentra, y éstas le hacen burlas, pero aun así él mantendrá firme su espíritu hasta el final.

En una ocasión es requerido de amores por Altisidora que se dice enamorada de él, y “con voz ronquilla pero entonada” Don Quijote le canta un romance para consolarla que él mismo había compuesto ese día. Dice Unamuno que el verdadero héroe es, sépalo o no, poeta, que la poesía es heroísmo, que si el héroe es poeta en acción, el poeta es héroe de su mundo interior, y sus batallas se dan en ese mundo interior, y por cada poema hay mil noches de lucha y de dolor. De la plenitud del heroísmo surge el canto. Y no es cuestión de que sólo algunos han nacido para cantar, dice que todo el que de veras ha nacido en espíritu y no solo en carne, solo por ello canta, porque ha nacido.

Más adelante viene la aventura del bandolero Roque Guinart, camino de Barcelona donde acabarán con sus aventuras. En este episodio se refleja el culto popular que en España tenemos a los bandoleros buenos y generosos, cuyas hazañas admiran y deleitan a nuestro pueblo. Tenemos los españoles un punto de rebeldía que hace simpaticemos con el bandolero bueno. Unamuno aprovecha para explicar que no es lo miso cumplir la ley que ser bueno, que hay quien se pasa toda su vida sin tener un solo deseo bueno y sin embargo no comete ningún delito, y al contrario hay quien con una vida cargada de delitos, está lleno a su vez de buenos deseos. Porque son las intenciones, más que los actos, los que ensucian y arruinan el alma. Unamuno dice que no solo debemos vivir nuestros anhelos interiores sino incluso atrevernos a vivir, a poner en acción nuestros malos deseos, que lo malo no esta en el odio, por ejemplo, cuando este se hace acto y daña a su victima, sino en la perversión que habita dentro nuestro, y que permite que en nosotros nazca ese odio o cualquier otra cosa. Y que para que eso cure debe salir de nosotros o nos pudrirá el alma. Solo entonces nos damos cuenta de nuestro mal y tomamos conciencia para corregirnos. Es mejor odiar una vez que odiar toda la vida. Sin embargo, normalmente, preferimos un mundo donde se impidan los crímenes aunque los malos sentimientos nos envenenen el alma.

Finalmente es vencido en Barcelona por el caballero de la Blanca Luna, aunque proclama que Dulcinea es la más hermosa del mundo y pide que lo maten pues ha perdido su honra, y es obligado a volverse a su casa y a renunciar a ser caballero andante. Tiene un último arranque de divina locura y, no pudiendo ser más caballero andante, se sueña ser pastor y cantar por los prados y hacerse así famoso, no solo en los presentes sino en los venideros siglos. Para Unamuno, la cuestión es seguir los impulsos del alma, no morir para el espíritu, buscar que siempre una locura nos aliente el pecho y nos de fuerzas para vivir. Y añade, a propósito de la última locura de Don Quijote, que así, siendo pastor, Apolo nos inspire poemas y el amor conceptos. Porque todos los conceptos de vida, todos los conceptos eternos, manan del amor, de ese amor a lo bueno, lo justo y lo bello que esta en los mundos celestes y que simboliza Dulcinea, tú Don Quijote haces de ella tu propia alma y tienes la visión del Universo Todo.

Ya en su casa, Don Quijote declara que se ha curado de su locura, que vuelve a ser Alonso Quijano. Y como todos sabéis muere, sin ese sueño que le daba vida, se muere de pura cordura.

EPILOGO

Es muy triste la parte final del libro, Unamuno a veces dice al propio lector que se lea él solo el capitulo, que es tanta la pena que siente que se ve incapaz de hacer más comentarios.

Con su libro el quiere sacudir conciencias. Tal es su anhelo que llega es escribir esto:

“Mira, lector, aunque no te conozco, te quiero tanto que si pudiese tenerte en mis manos, te abriría el pecho, y en el cogollo del corazón te rasgaría una llaga y te pondría allí vinagre y sal para que no pudieses descansar nunca y vivieras en perpetua zozobra y en anhelo inacabable. Si no he logrado desasosegarte con mi Quijote, es por mi torpeza y porque el papel impreso no grita, ni chilla, ni suspira, ni llora...”

Y desde esta pena, pero lleno de esperanza, Unamuno dice que “El Quijote y Sancho somos nosotros mismos, los españoles, a veces locos por un gran sueño que nos arrebata el corazón, y otras locos por seguir a los soñadores locos, cualquier locura es buena si nos saca de la nada, de la modorra de vivir sin realmente vivir”. Levanta a veces una plegaria y dice:

“Pégame tu locura, Don Quijote mío, pégamela por entero y que digan lo que quieran. Déjame luchar conmigo mismo ¡déjame sufrir! ¡Alma de mi alma, corazón de mi vida, insaciable sed de eternidad, sé mi pan de cada día! ¡Regálanos tu locura! Si supieras como sufro viendo a nuestro pueblo desdeñando todo anhelo de vida interior, para ellos no hay lágrimas vertidas en el silencio del misterio, ellos creen tenerlo todo resuelto, han nacido en posesión de la verdad, para ellos solo hay dogmas, fórmulas y recetas.

Hay mucho dolor en Unamuno, mucho, le duele la vida, le duele España, le duele la apatía y somnolencia de los españoles, y eso lo expresa hondamente y con mucho amor, su grito de rebeldía no es un insulto a nadie, cuando dice “raza de cobardes” es para que alga se conmueva en el lector y empiece a dejar de serlo. Tras tanto dolor y amor por su tierra se esconde una gran esperanza, que ese anhelo del alma para ser más grande, para ser eternos, inspire en los españoles un sueño, una gran causa que nos haga despertar a la vida, que nos haga una vez más ser protagonistas en el mundo, aunque no sea en este, aunque tengamos que esperar a una nueva civilización, a un nuevo mundo con unos nuevos valores, donde Don quijote pueda campear y desfacer entuertos una vez más, pero sin que por ello lo llamen loco.

¿Hay una filosofía española? (se pregunta Unamuno) Sí, la de Don Quijote, la filosofía de Dulcinea, la de creer la verdad que hay en nosotros y atreverse a vivirla. Una filosofía que no surge ni de cátedras ni de laboratorios, sino que surge del corazón, del anhelo profundo de nuestras almas. Esa es nuestra filosofía.

Blas Cubells Villalba

Don Quijote antes de ser Don Quijote

Apenas comienza Cervantes su historia, ya vemos un Alonso Quijano que no anda bien de la mollera, que “del mucho leer y poco dormir se le seco la sesera y vino a perder el juicio”, que ya antes de salir en busca de aventuras, la emprendía en sueños y vigilias nocturnas con gigantes y malvados en el laboratorio de sus locuras, en su cuarto de lectura nido de sueños e ideales.

Pero hay un antes de todo eso, existe un Alonso Quijano “el bueno” amigo de sus amigos, lector comedido y culto, buen conversador, capataz de su hacienda, querido de todos por su buen talante, prudencia y justeza. Un Alonso Quijano que lo tiene todo, mejor dicho casi todo, pues sufre una picazón en sus adentros, en los enigmáticos territorios del alma, que no le dejan vivir y disfrutar de sus merecidos bienes. Y contempla los amaneceres de La Mancha seguidos de otros tantos atardeceres, ve como los días se repiten y repiten espejo uno del otro, y una pregunta que no es pregunta, un anhelo íntimo no traducido a palabras, un dolor ante tanta rutina, mientras se le escapa la vida, anida en su corazón ¿qué sentido tiene vivir? Y mientras esto se pregunta las fuerzas escapan de su cuerpo, no desea hacer nada, ya que nada tiene sentido.

Otro Quijote de nuestra fértil España nos diría que le duele la vida, ese hombre monumental llamado Miguel de Unamuno barrería para su concepción del mundo y nos diría que el bueno de Alonso Quijano está en ese punto de su vida interior donde se toman decisiones, donde nacen los sueños y se forja lentamente el sentido de la vida. El deseo de vivir, es decir, la vida en nosotros, es algo irracional, muchas veces no hay una razón clara de porque estamos llenos de vida y otras sin embargo caemos en la apatía. “Nos sentimos vivos y con deseos de hacer cosas cuando esa fuerza creadora del reino de los valores culturales y de los inventos de la civilización nos recorre las venas y nos quema en las entrañas”. Entonces le damos un sentido a la vida, sin ese sentido no es posible la vida, el hombre tendería a la nada, a la autodestrucción, desearía antes estar muerto que seguir viviendo. El hombre necesita darle un sentido a su vida, solo eso le estimulará a la acción y a seguir viviendo.

Es por eso que dejándose llevar, el bueno de Don Alonso, por aquello que más le hace sentir, vibrar y soñar, se enfrasca en la lectura desenfrenada y apasionada de los libros de caballerías. Tiene en sí ese vació existencial del que habla Unamuno. Para él solo hay una forma de que el hombre encuentre su propio sentido a la vida, y es llegando a tomar conciencia, con dolor, de que la vida así sin más, tal cual se nos presenta, es absurda, y eso nos lleva al sentimiento de nada que nos hace sufrir y es solo desde ese dolor, desde esa congoja, que podemos empezar a construir el sentido de nuestra vida, la razón no tiene respuestas para el misterio de la vida, entonces se calla, es en ese momento cuando podemos escuchar a nuestra alma, cuando dejamos que nuestro corazón cante, cuando empezamos a oír una voz desde el silencio. Por eso se vuelca a leer libros de caballerías, por eso.

¿Qué importa si son mentiras? Él las lee y relee y se las cree a pie juntillas como en un acto de rebeldía contra el aparente sin sentido de la vida. Pues todo es según el cristal con que se mira. Como diría Unamuno: Todo es verdad en cuanto alienta en nosotros cosas buenas, cuando nos hace generosos, valientes y nos mueve a acciones heroicas. Y es mentira todo lo que nos ahogue impulsos nobles y tengan como fruto monstruos. Toda creencia que nos haga obrar bien es verdad. La vida es el criterio de la verdad, si algo da vida es verdad. Y si las matemáticas matan la vida, son mentira las matemáticas. “¿Qué no son ciertos los libros de caballería? Léalos y verá el gusto que recibe de su leyenda”. Son más ciertas que la historia misma, que aunque verídica es pasado y lo pasado ya no es, ya que solo existe de verdad lo que da vida, lo que mueve a obrar encendiendo los corazones o trae consuelo a nuestra alma en los malos momentos , eso es mil veces más real que los hechos históricos. Los hombres razonables solo tienen razón, piensan sólo con la cabeza y hay que pensar con todo el cuerpo y con toda el alma.

Ese y no otro es el sentimiento de nuestro futuro Don Quijote antes de ser Don Quijote, un sentimiento de grandeza, un hambre de ser que le emparienta con los héroes y hasta con los dioses inmortales. Y así pues, sucedió lo inevitable, la transformación de Alonso Quijano en Don Quijote, que no sucedió de pronto pero que sí se decidió en una de tantas vigilias: “La noche fue siempre el reino de las almas profundas y vigilantes, la cumbre de la más alta meditación, el blando reclinatorio de las plegarias, el espejo más puro de lo sobrenatural... En estas horas de soledad y de misterio se nutren las almas escogidas de singulares revelaciones, de altos pensamientos que sobrepujan lo humano y traen como un sabor a lo divino, en estas horas tienden los ángeles su escala entre el cielo y la tierra, se abre la puerta de los sueños, dice el amor sus "escuchos" y buscan los héroes el camino de la inmortalidad. Así Don Quijote, pálido y ansioso, de cara a las estrellas, con los ojos mojados en lágrimas, siente brotar de su pecho mil voces íntimas que le empujan fuera de sí mismo, a través de la noche, por encima de las lindes prosaicas en que yace. Una plenitud espiritual, una oscura impaciencia, un ímpetu desbordado y generoso le tiemblan, como alas finas y valientes, en las raíces del corazón...”

Y fue entonces que “le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante”. Todo lo demás que sigue a tan descabellada decisión es el efecto de lo heroico impactando el mundo, es la realidad del alma en lucha con la realidad de lo cotidiano y banal, es el fuego del espíritu entrando en contacto con las aguas de la tierra.

Bibliografía:

Vida de Don Quijote y Sancho. Don Miguel de Unamuno.

Las mujeres del Quijote. Concha Espina.

El Quijote. Don Miguel de Cervantes.

Blas Cubells Villaba